Edmundo Moure

La casa escrita

En La Casa Escrita, Edmundo Moure convierte el edificio de Almirante Simpson en un organismo vivo: pared de ladrillos y, a la vez, archivo sensible donde la memoria literaria chilena se escribe y se borra a golpes de historia. Moure ejerce aquí su oficio de testigo advertido y sagaz, capaz de enlazar anécdota y contexto sin solemnidad, con ironía serena y compasiva. No celebra estatuas; escucha voces. Su narración avanza como una tertulia que abre y cierra puertas: el Refugio López Velarde, la SECH, los premios nacionales bajo dictadura, los exilios, las penurias de una casa sin luz y con escritores empecinados en sostenerla. La prosa es clara, conversada, y sostiene un juicio literario que no se confunde con panfleto: distingue obra, precisa biografías, desnuda arbitrariedades y devuelve nombres a su espesor humano.

El aporte innovador de Moure está en esa ética de la cercanía: escribe Sudamérica desde una vereda de Santiago, sin perder el hilo continental; lee la literatura como comunidad antes que como canon; hace de la crónica un instrumento crítico que rescata a los que la Historia empuja a los márgenes. Al final, la “casa” es menos un lugar que una responsabilidad: mantener abiertas las salas de la lengua, aunque afuera arrecie la intemperie. Ese es el legado que este libro afirma: la literatura como morada compartida y deber cívico de memoria.

A Casa Escrita

En A Casa Escrita, Edmundo Moure converte o edificio de Almirante Simpson nun organismo vivo: parede de ladrillos e, á vez, arquivo sensíbel onde a memoria literaria chilena se escribe e se borra a golpes de historia. Moure exerce aquí o seu oficio de testemuño advertido e sagaz, capaz de enlazar anécdota e contexto sen solemnidade, con ironía serena e compasiva. Non celebra estatuas; escoita voces.

A súa narración avanza como unha tertulia que abre e pecha portas: o Refuxio López Velarde, a SECH, os premios nacionais baixo ditadura, os exilios, as penurias dunha casa sen luz e con escritores teimudos en sosterna. A prosa é clara, conversada, e reforza un xuízo literario que non se confunde con panfleto: distingue obra, precisa biografías, espida arbitrariedades e devolve nomes ao seu espesor humano.

A achega innovadora de Moure está nesa ética da proximidade: escribe Sudamérica desde unha beirarrúa de Santiago, sen perder o fío continental; le a literatura como comunidade antes que como canon; fai da crónica un instrumento crítico que rescata aos que a Historia empurra ás marxes.

Ao final, a “casa” é menos un lugar que unha responsabilidade: manter abertas as salas da lingua, aínda que fóra arrecie a intemperie. Ese é o legado que este libro afirma: a literatura como morada compartida e deber cívico de memoria.